jueves, 23 de diciembre de 2010

el arbol de navidad


EL ORIGEN DEL ARBOL DE NAVIDAD
El árbol de Navidad proviene de los países fríos y nórdicos donde es común verlos todo el año y especialmente en Navidad se conmemora esta fiesta adornándolo con luces, guirnaldas, regalos y adornos de colores, costumbre que se popularizó rápidamente entre otros países.
Hay muchas leyendas acerca de su origen; una de ellas cuenta que San Bonifacio, un monje inglés que organizó la iglesia francesa, iba en uno de sus viajes cuando encontró a un grupo de paganos alrededor a un gran pino en el momento en que iban a sacrificar un niño en honor al Dios Thor. Para detener el sacrificio y salvar al muchacho, San Bonifacio derribó el árbol con un poderoso golpe de su puño. El santo le dijo a los paganos que ese pino era el árbol de la vida y de la vida eterna de Cristo.
Otra leyenda se remonta a la época comprendida entre el segundo y tercer milenio A.C. En aquel entonces, una gran variedad de pueblos indoeuropeos que se estaban expandiendo por Europa y Asia tenían a los árboles como expresión de las fuerzas fecundantes de la Madre Naturaleza, por lo que les rendían culto. El fuerte roble fue en muchos casos el árbol rey. Al llegar la caducidad de sus hojas, su aspecto desolado era compensado con diferentes adornos tratando de atraer el espíritu de la Naturaleza que se creía huido.
La leyenda cuenta que en la primera mitad del siglo VIII un roble que los paganos creían sagrado cayó sobre un abeto, pero éste quedó milagrosamente intacto, por lo que fue proclamado el árbol del Niño Jesús. Su forma triangular se explicó como representativa de la Santísima Trinidad, con el Dios Padre en la cúspide.
El moderno árbol de Navidad proviene de Alemania y sus primeras referencias datan del siglo XVI. Hasta el siglo XIX no llegaría a Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos, Puerto Rico, China y Japón. En España empezó a penetrar en el primer cuarto del siglo XX y en la actualidad se encuentra arraigado en la mayoría de Europa y Latinoamérica. La leyenda del abeto es tan vieja como el cultivo del mismo árbol. Fue en el siglo VIII, en la antigua Germania, cuando un monje inglés, llamado Winfrid, taló en una Nochebuena, un roble que era utilizado en las festividades paganas para ofrecer vidas en sacrificio. En ese mismo lugar brotó milagrosamente un abeto y por eso su especie se tomó como emblema del cristianismo.

Representación del Parsifal
Para los bretones (grupo celta de Bretaña), el árbol de Navidad fue descubierto por Parsifal, caballero de la mesa redonda del rey Arturo, mientras buscaba el Santo Grial o cáliz de la Última Cena de Jesús. La leyenda cuenta que el caballero vio un árbol lleno de luces brillantes, que se movían como estrellas. El escritor alemán Goethe, en su libro Werther, también hizo alusión a un frondoso arbusto lleno de caramelos y figuras religiosas.
El antecedente más cercano a nuestra tradición parece remontarse a la Alemania de los primeros años del siglo XVII. En 1605, un árbol fue decorado para ambientar el frío de la Navidad, costumbre que se difundió rápidamente por todo el mundo. El árbol de Navidad llegó a Finlandia en el año de 1800; en Inglaterra en 1829, y fue el príncipe Alberto, esposo de la reina Victoria, quien ordenó adornar el castillo de Windsor con un árbol navideño en 1841.
La tradición del abeto decorado, salió de Inglaterra directo a Estados Unidos, en tiempos de la colonización. Se le atribuye a August Imgard, un hombre de Ohio, quien instaló el primer árbol navideño, en 1847. De ahí en adelante, la cultura norteamericana ha sido abanderada en materia de decoración navideña. Árboles cuyas dimensiones, abarcan la atención en parques, centros comerciales, tiendas, calles y hogares. Sintético, natural, seco, fresco, blanco o verde; lo que importa es que se sigue adornado cada año.
Buena parte de la tradición del árbol de Navidad se origina en una leyenda europea: se dice que durante una fría noche de invierno, un niño buscaba refugio. Lo recibieron en su casa un leñador y su esposa y le dieron de comer. Durante la noche, el niño se convirtió en un ángel vestido de oro: era el niño Dios. Para recompensar la bondad de los ancianos, tomó una rama de un pino y les dijo que la sembraran, prometiéndoles que cada año daría frutos. Y así fue: aquel árbol dio manzanas de oro y nueces de plata.
Por su parte, los germanos vestían sus árboles en invierno (cuando perdían hojas) para que los espíritus buenos que en ellos habitaban regresaran pronto. Los adornos más comunes eran manzanas o piedras pintadas. Se dice que éste fue el origen de los adornos. Las bolas de cristal se incorporaron alrededor del año 1750 en Bohemia. La costumbre del árbol se extendió por Europa y América durante el siglo XIX.

Árbol de Navidad
El Árbol mismo nos trae a la memoria el árbol del Paraíso (cf. Gn 2, 9 – 17) de cuyo fruto comieron Adán y Eva desobedeciendo a Dios. El árbol entonces nos recuerda el origen de nuestra desgracia: el pecado. Y nos recuerda que el niño va a nacer de Santa María es el Mesías prometido que viene a traernos el don de la reconciliación.
Las Luces nos recuerdan que el Señor Jesús es la luz del mundo que ilumina nuestras vidas, sacándonos de las tinieblas del pecado y guiándonos en nuestro peregrinar hacia la Casa del Padre.
La Estrella al igual que en Belén hace dos mil un años una estrella se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño Jesús, con María su Madre, causando este acontecimiento una gran alegría en los Reyes Magos (ver Mt 2, 9 – 10). Hoy una estrella corona nuestro árbol recordándonos que el acontecimiento del nacimiento de Jesús ha traído la verdadera alegría a nuestras vidas.
Los Regalos colocados a los pies del árbol simbolizan aquellos dones con los que los reyes magos adoraron al Niño Dios. Además nos recuerdan que tanto amó Dios Padre al mundo que le entregó (le regaló) a su único hijo para que todo el que crea en Él tenga vida eterna.

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